domingo, 23 de noviembre de 2014

martes, 17 de diciembre de 2013

Diálogo sobre la practicidad del catalán...

Julio Pardo Padros: 
Cualquier mención de la utilidad o practicidad del catalán va ha ser contestada desde la pasión de la sinrazón´, poca gente tendrá el descaro intelectual de aceptar que se puede hablar de la funcionalidad del catalán sin pensar que lo está atacando, es más incluso amándolo. Uno puede querer con locura a un hijo pero no ser ciego respecto de sus defectos o debilidades. Amigo Alvarez nunca con tanto acierto se puso el dedo en la llaga. Los años dan serenidad y perspectiva ( menos al Sr Sobrequés -rara avis-) y aíi la situación de la gramática y de la corrección del uso del catalán, era una situación confusa como lo es el devenir de todo aquello que se mueve al ritmo de una sociedad viva, no de intelectualoides interesados. El catalán era hablado en diversas modalidaes ,Barceloní.lleideta, el tancat dels gironis, el peculiar de la terres del Ebre,por el particularmente siento gran admiración,...todo ello dentro de un pacífico y plácido desorden y estoy hablando de hace unos 50 años. La inexistencia de una real academia de la lengua catalana, que no encorsetara la realidad de la calle hizo que el único, "resolvedor" de dudas fuera el Diccionario Pompeu Fabra. La practicidad del catalan limitada a lo doméstico y familiar era un hecho aceptado y reconocido.Valga como ejemplo que en mi época universitaria -gracias a Dios no existía la Autónoma- cuando un estudiante se podía decir tenia ciertas limitaciones y la familia tenía posibles, se le enviaba estudiar a la Universidad de la Laguna, famosa por una mayor lasitud en su vara intelectual de medir, eso hoy con muchos de nuestros jovenes sería imposible. Tras la transición y crearse las comunidades autónomas, se cometió (Suarez,Suarez...) uno de los grandes errores de nuestra historia reciente, entregar las consellerias de enseñanza y educación a los gobiernos autónomos, así se dio paso libre a crear un Vasco y un catalán artificiales, hasta de un academicismo ridículo, recuerdo a mi pobre madre que en gloria esté, en los inicios de TV3, preguntandome "que diuen que no entenc res". Y a partir de entonces el infierno,engañar a tres generaciones completas de que es mejor una lengua que hablan unos cuatro millones de personas -mucha menos las que lo escriben- que la tercera ,pronto la segunda, más hablada en todo el orbe....

Luis Álvarez Cuesta:
Como la lengua muchas veces es una cuestión de vísceras, esa pregunta no se puede hacer. Ahora bien, desde el punto de vista funcional sí que se puede decir que el catalán es poco útil, no por nada en especial, simplemente porque no tiene muchos hablantes. Independientemente de eso también podríamos decir que dadas las circunstancias históricas en que se ha desarrollado su ortografía, ésta fue el invento de un Sr. de Gracia que se dedicó a darle predominancia a los usos y formas orientales por encima de las occidentales. Además, como no tuvo un desarrollo en sus reglas a base de tiempo y aportaciones variadas, ha resultado un pastiche lleno de excepciones y poco operativo desde el punto de vista de la facilidad para el parlante. En esos sentidos se puede decir, sin faltar a la verdad, que el catalán es una lengua poco funcional, como lo es el húngaro, el arameo, el occitano o el chino no mandarín. Claro que el que la tiene por lengua materna la ama y eso excede los límites de la razón. Si se dice algo que resulta condescendiente, los que la consideran su lengua de los afectos y recuerdos se rebotan.

lunes, 14 de octubre de 2013

Independencia y ficción



Jordi Soler 13 OCT 2013 elpais.com
 
A mi madre la echaron de España por ser hija de un rojo. Su padre era un republicano catalán que perdió la guerra y tuvo que irse al exilio, primero a Francia, donde cayó prisionero en el campo de concentración de Argelès sur Mer, y luego a México, el país que le ofreció la oportunidad de rehacer su vida. Años después mi madre y mi abuela dejaron para siempre Barcelona, habían quedado señaladas por el comunismo del abuelo y no les quedó más remedio que compartir su aventura mexicana, en un pueblaco selvático de Veracruz donde, veintitrés años más tarde, nací yo.
A pesar de que ha vivido la mayor parte de su vida en México, mi madre tiene una fuerte identidad catalana, que nos transmitió a sus hijos. ¿Qué es la identidad?: ¿la lengua?, ¿las costumbres?, ¿las cosas en común?, ¿el metro cuadrado donde uno nació? Me temo que la identidad no es más que eso que uno cree que es.
Durante mi juventud suscribí, en México, todos los tics del catalán de ultramar. Leía vorazmente a Pere Calders y a Josep Pla, comía conejo los sábados en el Orfeó Catalá, recitaba de memoria las alineaciones del Barça de las últimas diez temporadas y el mensaje que saludaba en el contestador telefónico de casa estaba en catalán. Además, y en esto he pensado mucho últimamente, llevaba en el coche una gran pegatina con la bandera independentista catalana y desde luego defendía, cada vez que el tema se terciaba, el derecho de Cataluña a ser un país independiente.
Pero esto pasaba en México, hace muchos años, y es verdad que ser independentista catalán en ultramar, no es exactamente lo mismo que serlo aquí, en Barcelona, la ciudad de la que mi familia fue expulsada y en la que vivo yo desde hace más de una década, siguiendo un oscuro patrón mental que seguramente le hubiera interesado al doctor Lacan. Ser independentista en un lado y en otro no es exactamente lo mismo, como digo, pero ambas experiencias comparten, de manera muy clara, un territorio común.

Hay discursos del President que están a un paso de la verbosidad mística de Hugo Chávez
Hace unos días, al final del verano, estuvo mi madre aquí, en su ciudad, mirando con asombro la cadena humana y las banderas independentistas que cuelgan de las ventanas. La víspera de su regreso a México apareció, en el restaurante donde habíamos quedado para comer, con una estentórea camiseta independentista, una camiseta como la que probablemente me hubiera puesto yo, si siguiera viviendo en México y fuera todavía un catalán de ultramar e ignorara todo lo que he ido viendo y experimentando aquí durante estos años. Le expliqué todo esto a mi madre y concluí diciendo que lo que yo era en realidad en México era un independentista de ficción. Con esto quería decir que, aunque el deseo de independencia que experimentaba era verdadero, palpitaba y estaba vivo, no tenía relación con la realidad, sucedía en otro plano, en otra frecuencia; precisamente en el territorio de la ficción. Y al decir esto caí en la cuenta de que aquí, en Cataluña, la gesta independentista se da exactamente en el mismo plano, en el de la ficción, porque si se fundamentara en la realidad el proyecto no podría tenerse en pie, se caería como la bicicleta de Fidel Castro, a la que llegaré más adelante.
Pero aquí no estoy contando la historia de un independentista que se ha desencantado al ver de cerca los rudos mecanismos del proceso, sino la de un catalán de ultramar que durante más de una década de darle vueltas al asunto no ha encontrado una sola razón por la que Cataluña deba separarse de España o, para ser más preciso: los únicos datos razonables disponibles indican, con mucha transparencia, que los catalanes fuera de España perderíamos mucho de lo que tenemos ahora.
Los argumentos independentistas no resisten el razonamiento, están basados en la ilusión y en el sentimentalismo, en la creencia y en la fe, esos dos elementos que sirven para echar a andar una guerra santa pero no para fundar un país. Cada elemento que nos presentan como una razón para la independencia, comenzando por la piedra angular del proyecto que es esa cansina muletilla de "España nos roba", termina siendo una pieza de ficción, que no se corresponde con la realidad y sin embargo se insiste, se escriben artículos, se montan debates, en los medios afines al proyecto, para insistir en que esa pieza de ficción es una razón sólida para la independencia. Cada palo que la cruda realidad pega al proceso independentista, es respondido con una potente carga de ficción diseminada por políticos, locutores y tertulianos, que busca anular, o siquiera disimular, el palo. Cuando la Unión Europea dijo, de manera oficial, con todas sus letras y sin margen para otras interpretaciones, que Cataluña fuera de España quedaría automáticamente fuera de Europa, gobernantes y tertulianos salieron en tromba a matizar esa información. ¿Y cómo puede matizarse semejante pedazo de realidad?
El blindaje frente a la realidad que tiene la ficción independentista me recuerda aquella idea de Fidel Castro: la revolución es como una bicicleta, si se deja de pedalear, se cae. Ahora sustituya usted "la revolución" con "el proceso independentista".

El proyecto de separación empieza a apelar a la credulidad de los ciudadanos
La ficción es tan potente que cuando se informa de que los únicos países que respaldan la independencia catalana son Estonia y Lituania, políticos, locutores y tertulianos salen en bloque a festejar el espaldarazo recibido, lo presentan como el primer brote de un apoyo masivo por venir, y no como el respaldo pírrico que en realidad es; dicho esto con todo respeto para esos dos países.
La ficción es tan poderosa que cuando el president suelta aquello de I have a dream, para aupar la fiesta multitudinaria de la Diada, a nadie le escandaliza ni el disparatado autoparalelismo con Luther King, ni que la línea potente del discurso apele a un sueño, como en otras ocasiones apela a la ilusión, a la esperanza, a conceptos exclusivamente sentimentales. Esta instrumentalización política de la cursilería no tiene nada que ver con las razones sólidas, serias, que se necesitan para montar un nuevo país, pero es el único elemento con el que cuentan los políticos independentistas catalanes para convencer a la ciudadanía, y cuando los únicos elementos son estos, la ilusión, la esperanza, el sueño, el proyecto empieza a apelar a la fe, a la creencia, a la credulidad de los ciudadanos.
Quizá sea porque nací en Veracruz y me conozco de memoria el discurso político latinoamericano, pero aquí he oído discursos, del president y sus subalternos, que están a un paso, a un milímetro, de la verbosidad mística del comandante Hugo Chávez. ¿Es esta la élite que va a llevarnos hacia la independencia? Si quitamos la mística al proyecto independentista, y nos atenemos a los datos que la realidad nos ofrece, si despojamos al proyecto de toda su ficción, tenemos que una Cataluña independiente sería menos próspera, quedaría aislada de Europa y tendría menos peso político, económico y cultural del que tiene ahora como parte de España. Los políticos tendrán sus motivos para sostener esta ficción, pero ¿nosotros? Usted que no es ni político, ni locutor, ni tertuliano, que quiere el mejor de los mundos posibles para sus hijos, ¿va a creerse eso de la ilusión y del I have a dream, cuando la pura y dura realidad indica precisamente lo contrario? Me parece que este proyecto independentista, brumoso, acomodaticio, lleno de remiendos y componendas, es poco respetuoso con los catalanes y con los españoles, los ciudadanos de este país merecemos un futuro más decente.
La ficción es la materia con la que trabajamos los novelistas, nuestro oficio es inventar historias; quisiera aprovechar las últimas líneas de esta reflexión para pedir a los políticos independentistas que dejen de invadir nuestro espacio de trabajo y que regresen, cuanto antes, y por el bien de todos, a la realidad.
Jordi Soler es escritor.
@jsolerescritor

domingo, 15 de septiembre de 2013

Vargas Llosa: "Es terrible que el nacionalismo vuelva a sacar la cabeza"

El premio Nobel anima a "combatir con enorme energía" esta ideología

 


09/11/2013
periodistadigital.com

El escritor Mario Vargas Llosa ha combatido "siempre" el nacionalismo, una ideología que ha causado "millones y millones de víctimas" a lo largo de la historia, y por eso ha calificado hoy de "terrible" que en el mundo actual "el nacionalismo vuelva a sacar la cabeza".
El escritor se refirió a esta ideología al presentar este 11 de septiembre de 2013 en la madrileña Casa de América su nueva novela, 'El héroe discreto', en una rueda de prensa multitudinaria y en la que la mayoría de las preguntas se centraron en este libro con el que el autor reivindica la necesidad de tener principios y valores y de defenderlos, cueste lo que cueste.
Pero hoy es el Día de Cataluña y hubo alguna pregunta relacionada con la Diada y con la ideología nacionalista de una parte significativa de los catalanes.
Vargas Llosa contó con excelente humor que su editora, Pilar Reyes, y su mujer, Patricia Llosa, presentes ambas en el acto, le habían "prohibido" hablar de otra cosa que no fuera del libro. "Hoy toca literatura", le habían dicho.
Como a su mujer le tiene "mucho cariño pero también mucho miedo", Vargas Llosa trató de dar "una respuesta literaria" a la pregunta de los nacionalismos. El escritor cree que el mundo vive "una situación fascinante, que es la de la globalización", con "el lento desvanecimiento de las fronteras, la integración de distintas culturas, tradiciones y religiones".
Pero la globalización provoca "reacciones negativas", que tienen que ver con un fenómeno que describió "maravillosamente" el filósofo Karl Popper, que es el del "llamado de la tribu".
Una historia que se repite
"Salir de la tribu es el comienzo del progreso, de la civilización". El individuo que se aparta de la tribu "adquiere independencia, soberanía" y, gracias a eso, se favorece "la democracia, los derechos humanos", opinó Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura.
Pero "el llamado de la tribu nunca desaparece" y, en ciertas circunstancias difíciles, "es muy fuerte".
El nacionalismo "es el regreso a la tribu del que hablaba Karl Popper, esa abdicación de la responsabilidad, de la obligación de tener que vivir uno su propia vida y decidir en función de sus propias convicciones", agregó el autor de 'La fiesta del Chivo'.
Por eso, este gran novelista considera "terrible" que en un mundo civilizado como el del último siglo, "y a veces en lugares tan avanzados y de tanto progreso, el nacionalismo vuelva a sacar la cabeza".
"Ocurrió en Alemania, uno de los países más civilizados del mundo, y ha ocurrido en buena parte de la historia de Japón, otro de los países más civilizados", señaló.
El nacionalismo "es una carga de la que es muy difícil librarse", pero que hay que "combatir con enorme energía" si se quiere que haya civilización, concluyó el escritor.